El nombre es un factor primordial, tenemos una necesidad innata por denominar a todo lo que nos rodea, más que un signo de identificación es una dimensión esencial, proyecta la personalidad. Un elemento sin nombre es un elemento sin existencia real en nuestro espíritu, el nombre tiene una función lógica y una simbólica, sobre todo para sus funciones de identificación y de penetración en una audiencia, dar nombre a una entidad es fundamental pues la importancia reside en que él mismo es un elemento de intercomunicación para todos los miembros de una sociedad.
Métodos creativos
- Analogía: surge a partir de la relación entre nombre y entidad.
- Extrañeza: factores de sorpresa, contraste, incoherencia o esnobismo.
- Contrarios a los caracteres directos, analógicos o descriptivos.
- Evocación: Situación emotiva creada entre el producto, marca o empresa y sus atributos. Marcas de perfumaría o cosmética. Idealización.
- Amplificación: valoración superlativa. Nombres evocadores de gigantismo con miras a crear una imagen de alta potencia y universalidad. “Inter”; “Royal” o “Champions”
- Confiabilidad: sujetos encuadrados en el concepto del bien común. Importantes los factores de confianza y solvencia.
- Combinatoria: Combinación de nombres, letras, números… “3M”
- Excelencia : la que deriva del bien posicionamiento
Mecanismos lingüísticos
- Descriptivos: enunciación sintética de los atributos de una institución. “Banco Interamericano de Desarrollo” o “Museo Español de Arte Contemporáneo”
- Simbólicos: alusión a la institución mediante una imagen literaria. “Camel”, “Omega” o “Nestlé”
- Patronímicos: alusión a la institución mediante el nombre propio de una personalidad clave de la misma. “Lacoste”, “Johnson &Johnson” o “Mercedes Benz”
- Topónimos: alusión al lugar de origen o área de influencia de la institución. “Banco Santander” o “Aerolíneas Argentinas”
- Contracciones: construcción artificial mediante iniciales o fragmentos de palabras. “IBM” o “AEG”.
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